Tráfico marítimo amenaza ecosistema en áreas protegidas de la Patagonia Norte
Un estudio del Programa Austral Patagonia, de la Universidad Austral de Chile (UACh), identificó 18 zonas donde delfines chilenos, ballenas azules, lobos marinos, entre otras especies, viven diariamente amenazados por el alto tráfico marítimo, asociado principalmente a la industria acuícola. De estas zonas, 14 están dentro de áreas protegidas de la Patagonia Norte.
En conversación con Gabriel León, en el programa Rockstars, de TXS Plus; Luis Bedriñana, biólogo marino e investigador de dicho Programa, se refiere a este negativo acontecimiento. Además, el profesional detalla su extraordinario trabajo doctoral sobre el desconocido mundo de las ballenas azules.
En el análisis de 70 mil km2, efectuado entre Puerto Montt y la Laguna San Rafael, conocido como Patagonia Norte, se determinaron los riesgos para los animales marítimos debido a la posibilidad de colisionar o interactuar de forma negativa con las embarcaciones que transitan el lugar. De todas las flotas, la que presenta mayor densidad es la derivada de la industria de la acuicultura. A ella se le suma el tránsito de embarcaciones de actividades como la pesca, el transporte y el turismo.
“Después del cese de la industria ballenera a nivel internacional, la amenaza más transversal en estos momentos es el tráfico marítimo. Esto ha hecho que aumente el número de colisiones de las grandes embarcaciones con los animales marinos”, acusa Luis Bedriñana.
Bajar la velocidad
El biólogo marino de la UACh explica que las especies no son capaces de responder evasivamente a las embarcaciones, debido a su longitud y a la velocidad en la que viajan. Muchas veces las flotas viajan a 20 nudos (37.04 kilómetros por hora). “En tierra casi 40 kilómetros por hora no es nada, pero en el mar es una velocidad altísima”, añade.
Bedriñana sostiene que en el Golfo de Ancud se ubica una de las zonas más peligrosas. “Tras publicar nuestro informe, a los dos meses apareció una ballena azul flotando en la zona. No es trivial que se pierda un animal reproductivo, ya que pone en riesgo a toda la población. En esta parte del planeta, no deben haber más de 1000 ejemplares”, alerta.
Las zonas identificadas como de mayor riesgo de impacto entre las especies de cetáceos y las flotas, se ubican dentro del Parque Nacional Isla Magdalena, la Reserva Nacional Las Guaitecas y la Reserva Nacional Kawésqar, entre otras áreas protegidas de la Patagonia Norte. El estudio recomienda que las zonas de mayor riesgo sean consideradas en la planificación de propuestas de protección de las especies.
“Sería importante que existan políticas públicas que mejoren esta información negativa. Por ejemplo, se puede reducir la velocidad en ciertas zonas o en la noche, que es cuando los animales salen a respirar. Falta solamente voluntad, porque la información está. La Armada puede jugar un rol fundamental. Ya hay bastantes organizaciones que están levantando el tema, como ONGs y universidades”, señala.
Ballenas azules
Luis Bedriñana hizo su tesis de doctorado sobre la abundancia y distribución de las ballenas azules en su área de alimentación, comprendido entre Puerto Montt y la Península de Taitao. En términos simples, lo que el biólogo marino buscó determinar es cuántas especies hay y dónde están.
El profesional indica que fue todo un desafío encontrar esa información, ya que lo primero que tuvo que hacer fue localizarlas. No existían muchos estudios sobre su paradero, es más, comenta que “nadie en el mundo ha visto nacer una ballena azul”.
“Entre las preguntas efectuadas en mi trabajo tenía que determinar a qué responden las ballenas cuando están en su área de alimentación, dónde ocurren estas condiciones que las ballenas prefieren y, finalmente, terminar con un número de ejemplares, que es una de las preguntas más importantes para la conservación”, explica.
Además, Luis Bedriñana determinó las rutas migratorias en la época estival de este mamífero gigante. “Hasta hace pocos años no sabíamos dónde iban las ballenas azules después de estar en la Patagonia Norte. Se esperaba que se fueran a algún lugar del pacífico tropical. Y descubrimos que una población importante se va al archipiélago de Galápagos”, comenta.
A diferencia de otras especies o de los mismos humanos, se hacen censos para determinar la cantidad total. Pero los cetáceos son animales que pasan la mayor parte del tiempo bajo el agua. Por lo tanto, navegar a través del área implica que algunos animales no van a ser detectados. Por lo mismo, para saber cuántos ejemplares hay implica estimar o utilizar diversos modelos.
“También hay que calcular la probabilidad de ballenas que se pierdan. Hay que considerar ese delta. Debemos asociar información ambiental para calcular la probabilidad de dónde están. Las ballenas no se distribuyen de forma homogénea en un área. Entonces, toda la información se ingresa en un modelo y podemos llegar a un número con una incertidumbre asociada”, señala.
Por último, Luis Bedriñana señala que recién ahora se está haciendo un trabajo de conteo de cetáceos, debido principalmente a las políticas económicas que Estados Unidos impuso para la importación de productos. “Eso gatilló que Chile comenzara a trabajar en eso. Por ejemplo, recién desde el año 2016 el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) empezó a utilizar sus cruceros para que observadores e investigadores científicos estimen la abundancia y distribución de cetáceos en toda la corriente de Humboldt”, puntualiza.
Revisa una charla sobre: “Amenazas en Áreas Protegidas: Impacto de la salmonicultura sobre cetáceos en la Patagonia”: