James McPhee detalla el presente del recurso hídrico en nieve, glaciares y aguas subterráneas

Hace 25 años el panorama durante la temporada invernal era extremadamente distinto al actual. Lluvias en casi toda la época, un gélido frío y lo más impresionante, sobre todo para los habitantes de la zona central del país, la cordillera totalmente nevada. James McPhee, experto en recurso hídrico, también extraña ese pasado y analiza cómo se aprecia el futuro.

El profesional es subdirector del Centro Avanzado para Tecnologías del Agua (CAPTA) y académico de la carrera de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile. Con estudios hidrológicos en la Universidad de California (EEUU) en aguas subterráneas, McPhee ahora dedica su tiempo a las condiciones de la nieve y los glaciares.

En conversación con Gabriel León, en el programa Rockstars, de TXS Plus, el experto parte analizando como la urbanización, principalmente en las grandes ciudades, afectó la filtración de aguas, proveniente de la cordillera, hacia las aguas subterráneas. Y, además, el desconocimiento que hay sobre la cantidad real de agua que hay en las profundidades de la Tierra.

“Mi tesis doctoral vio el problema del agua subterránea. Por ejemplo, uno perfora un pozo, en un acuífero, y no puede observar lo que hay a 100 o 200 metros de profundidad. Tampoco hay conocimiento de lo que está ocurriendo a miles de kilómetros a la redonda. Es importante ver las propiedades del medio natural, del subsuelo, la interacción entre la superficie y el subsuelo, etc. Hay una serie de cosas que uno no puede observar directamente. La historia se construye a través de la data. Y no tener eso ese es un gran problema”, explica.

Impacto del desarrollo humano

El desarrollo humano, por ende, el de las ciudades, donde se reemplazaron áreas naturales por concreto, logró la impermeabilización de los suelos. Y eso provocó un impacto. Lo que los expertos nunca han logrado determinar es por dónde se produce preferentemente la entrada de agua desde la superficie hacia el subsuelo, ya que no es igual en todas partes.

“Por ejemplo, en Santiago, cada año hay una precipitación de 300 milímetros; pero en Farellones la caída de agua es de 700 milímetros. Hay un aporte mayor en las zonas cordilleranas, pero no sabemos bien cuándo y dónde se producen. Si uno piensa, en una lluvia que dura dos días y que es muy intensa, que moja muchos los suelos, hay una cierta recarga. Pero si piensas en un manto de nieve, que desaparece rápidamente, es agua que está fluyendo más lentamente y que está en interacción con el suelo por más tiempo”, señala James McPhee.

Hoy en día, el experto indica estar investigando el impacto de la nieve y los glaciares. Y cómo estos están cambiando. Es un proceso completo de cómo el agua llena los caudales de los ríos y también como penetra hacia las napas. “Estamos trabajando en un proyecto para poder entender mejor cómo la nieve y su derretimiento, que ocurre en la cordillera, se vinculan con la recarga de procesos de aguas subterráneas. Una de las cosas que dificultan el análisis es que, por un lado, sabemos que la gente la usa, pero tenemos una información incompleta sobre cuánta agua subterránea estamos utilizando como sociedad”, resalta.

Estado de la nieve

James McPhee indica que su principal foco de investigación es el medioambiente construido. Indica que el ser humano para vivir en sociedad, ha tenido que modificar el entorno natural para desarrollarse. Hay que crear las oportunidades para que la población pueda subsistir de manera sostenible. Por lo tanto, su trabajo es preocuparse de ambos factores: el medio construido y el medio natural.

Cuenta que a mediados de los años noventa, nadie hablaba de crisis climática. Pero sí estaba entrando con fuerza el concepto del cuidado del medioambiente. Aunque sabía que el agua estaba teniendo problemas en abastecimiento. Cuando concluyó su doctorado en California, regresó a Chile con la idea de expandir sus inquietudes, así que comenzó a trabajar con el estado de la cordillera y su ciclo hidrológico.

Sobre los cambios que han sucedió, McPhee detalla: “Hace un par de décadas el clima de Chile central fue bastante húmedo. Pero hay temáticas que vinculan esos cambios, por ejemplo, el fenómeno del niño y la oscilación decadal del Pacifico. Esos eventos incidieron en que los inviernos fueran lluviosos. Hoy, eso ha cambiado por tres elementos: la variabilidad de largo plazo fue evolucionando a condiciones más secas, desde 2010 hay una extrema sequía y, por último, se ha ido el frío. El mundo es cada vez más cálido”.

Hoy sus preguntas de investigación van orientadas a calcular cuánta nieve acumulada hay y a cuánta profundidad está. Ya que, según comenta, una nieve de 25 centímetros de profundidad se ve igual que una que tiene dos metros y medio. “La nieve se distribuye en la montaña de manera muy disimilar. Estamos trabajando en tener un mapeo detallado para saber cuánto tiempo esa nieve va a permanecer en el terreno y en cuánto tiempo se va a derretir. Saber qué fracción va a llegar a los ríos. Para hacer predicciones confiables, necesitamos un conocimiento más detallado”, explica.

Conclusiones de evolución

El experto en recurso hídrico señala que el Estado, a través de la Dirección General de Agua (DGA), tiene una red de medición de nieve. Y que con esos datos generan pronósticos de derretimiento, de cantidad de agua caída, etc. Esa información se comunica a la comunidad a través de reportes a principios de la primavera, para saber la predicción y proyección de agua en los ríos de Chile para los meses de primavera y verano.

Sostiene que, gracias a la información satelital, se tiene una mayor comprensión de aquellas zonas de la cordillera donde la nieve se acumula con más persistencia y también dónde desaparece más rápido. Se conoce cómo esta variable, la nieve, reacciona si la temperatura aumenta medio grado o si la precipitación disminuye en un 20%, respecto del promedio histórico. Cada vez más esos procesos se han ido caracterizando con mejor precisión.

“Los glaciares también se han ido derritiendo mucho más rápido en los últimos veinte años. Pero no sabemos si esa tendencia o velocidad es consecuencia de la disminución de las precipitaciones o por culpa del aumento de las temperaturas. No podemos separar ninguno de estos dos elementos”, comenta McPhee.

Sobre las preocupaciones de hoy en día, James McPhee señala que antes el derretimiento de la nieve en la zona central era en el mes de septiembre y hoy está ocurriendo en julio. Con ello, se está perdiendo la sincronía con que la naturaleza les había permitido usar esa agua acumulada en los ríos. “Esa es una gran dificultad”, acota.

Finalmente, sobre las áreas a reforzar, señala: “Debemos incorporar de manera robusta la información de los satélites. Mejorar las estaciones meteorológicas en la cordillera, ya que no somos capaces de predecir cuánto va a precipitar durante una tormenta. Hay que usar los recursos computacionales que tenemos disponibles para mejorar la capacidad de cálculo. Pero también, mejorar la capacidad de colaboración entre privados y públicos, para tener un mayor nivel de confiabilidad y legitimidad social”.